Sé madre y no mires de quién

Hoy es el día de la madre. Creo que no hay nada que deteste más que “los días D”. ¿Ayer no era mi día? ¿Dejé de ser madre? Para engañar a mi crítico implacable, que me acompaña sin descanso, le cuento que es como un cumpleaños. Uno vive toda su vida pero solo celebra un día al año, el día que empezó a contar como materia, como cuerpo, en este universo. Aquí también podríamos entrar en mil discusiones en las que ahora no me voy a entretener.

En fin, andaba yo leyendo ante el regalo más hermoso que me podían dar “una hora de descanso para la lectura” cuando leo en Diario de un seductor de Soren Kierkegaard:

“-¿Qué busca el amor?

-Busca infinitud.

-¿Qué es lo que más teme?

-Los límites”.

Y aquí estoy, en los quince minutos que me quedan para la reflexión compartiendo con vosotros, conmigo en realidad, mi descubrimiento de esa infinitud en el amor. Fue el hecho de convertirme en madre lo que puso en juego el amor y su infinitud. Nunca antes había llorado de amor (sí por amor, pero eso es bien distinto). Y esa infinitud me hizo caer en un bucle también infinito de culpa, de autoexigencia, de búsqueda de la perfección, de lograr la cuadratura del círculo, de pelearme con mis partes, de buscar la conciliación, no tanto fuera, que también, sino dentro de mi corazón. Porque no nos engañemos, la sociedad y sus costumbres aprietan, pero somos nosotras las que nos ponemos entre las cuerdas. Porque el amor infinito pide límites o te pierdes en él. Así que sé madre y no mires de quién o, lo que es lo mismo, ama hasta el infinito y pon límites, siempre. Los límites que necesites para Ser. Porque soy madre y mujer y trabajadora y amante y artista y cocinera…. Y no soy nada de eso y lo soy todo a la vez. Sé quién eres y el resto ya se irá haciendo. ¡Feliz Vida! ¡Feliz maternidad!

Imagen: foto de los moldes de yeso realizados a las 40 semanas de mis dos embarazos. 

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